El cielo y el infierno en las escuelas pobres

domingo, 1 de junio de 2008

Escuela Básica San Francisco de Asís: El intento de surgir

Matías va en quinto básico y cuando grande quiere ser profesor "porque así uno deja la enseñanza que le pasaron los profes cuando chico".

El año pasado dio el Simce y junto a sus compañeros obtuvo el mejor lugar entre los colegios que reciben a niños de más bajos recursos. El papá de Matías es jardinero y su mamá es dueña de casa. "Mis papás no me dan las respuestas de las tareas, pero me dicen cómo las puedo hacer", explica muy serio.

El apoyo de los papás es fundamental en el buen rendimiento escolar. "Los alumnos acá tienen muy buena asistencia porque los padres entienden la importancia de la educación", explica la directora, María Angélica Sandoval, que es profesora de matemáticas y tiene un postgrado en gestión educacional.

"Acá todos trabajamos juntos: papás, niños y profesores. Felizmente lo podemos hacer porque los papás son altamente respetuosos, pero esto no se puede hacer en todos los colegios", agrega y reconoce la difícil realidad de otros establecimientos.

La mayoría de los niños vive a pocas cuadras del colegio y pasa gran parte del día ahí, incluso después de clases. La escuela, que está en la población Hermanos Carrera, en la zona rural de Colina, es un lugar de encuentro porque tiene WiFi, una cancha de fútbol (que se llena de pozas en invierno) y amigos.

A LA QUINTA

Hoy, todos están contentos. A los niños les prometieron que si les iba bien en el Simce se ganaban un paseo a la playa. "Vamos a ir a Viña", dice Braulio con los ojos brillantes. Él también dio la prueba el año pasado y quiere ser carabinero. "La relación con los profes es buena. A veces llego con mala cara y me preguntan qué me pasa, además nos exigen harto para que uno pueda ser lo que quiera cuando grande", afirma Braulio.

El colegio es mixto y tiene 15 ó 20 alumnos por curso, desde prekinder a cuarto básico. Eso facilita el trabajo de los profesores y la educación es mucho más personalizada. "Los profes conocen a todos los niños y a todos los apoderados. Si un niño está mal se focalizan en él y lo tratan de ayudar", asegura Silvana Núñez, una apoderada. Saben la realidad de cada familia y se preocupan de la cara larga de cada alumno.

"En las casas de los chiquillos hay muchos problemas y eso afecta su rendimiento escolar, pero igual aprenden", explica Amparito Lobos, profesora de matemáticas de 4º y 8º básico. El año pasado llegó una sicóloga voluntaria que trabaja con los niños, profesores y padres.

Yesenia había repetido de curso, por lo que era mayor que sus demás compañeros y actuaba de manera violenta. "Era producto de sus problemas familiares, pero la sicóloga hizo un tratamiento con ella y su mamá", comenta la profesora. Ahora, en vez de pelear, asume responsabilidades y ayuda a sus compañeros.

SIMCE COMO PSU

Entre mayo y octubre, todos los niños de 4º y 8º básico van a reforzamiento los sábado en la mañana. A las 9 ya están en el colegio y se van a las 11 ó 12 del día. Ahí los reciben con algún desayuno rico. A veces una torta, otras veces chocolate.

"Tú motivas a los niños de manera muy simple y así logramos una alta asistencia los sábado", explica la directora, que además hace el reforzamiento de matemáticas. Les enseñan a responder el Simce de manera rápida, a familiarizarse con la prueba y refuerzan contenidos. Es igual a un preuniversitario. "Esto es como la PSU, hay que prepararlo", explica la directora.

Amparito Lobos es la profesora que les enseña matemáticas de lunes a viernes. Tiene un magíster en su área en la Universidad Andrés Bello, financiado a medias entre la Corporación y su bolsillo. Ahora va a un taller para el Simce. En este colegio los profesores tienen capacitación constante.

El año pasado casi todos tuvieron el privilegio. Siempre hay cursos que otorga la corporación y además tienen un convenio con la Universidad Andrés Bello.

La escuela tiene un notebook para cada profesor, 15 notebook para los alumnos, WiFi, y un datashow, un televisor y un DVD en cada sala. Todo auspiciado por la corporación municipal.

Como si fuera poco, en la página web de la institución cada profesor tiene un espacio de donde pueden bajar material para su ramo (pruebas, guías, dinámicas). Además tienen buenos horarios (de 08 a 16 horas), les pagan los sueldos a tiempo y les cotizan responsablemente. Es casi el sueño de todo profesor.

Pero no sólo la preparación pedagógica es importante para que un profesor sea bueno. Los profes de esta escuela concuerdan en que lo más importante es la vocación. "Las ganas, la empatía que tienes con los niños. Todo importa. A veces cansa trabajar con niños, pero a mí me encanta. Es mi profesión, es mi vida", comenta Sandoval.

PARA SER ALGUIEN

La JEC (Jornada Escolar Completa) no existe en esta escuela, pero la corporación municipal aplicó una extensión de la jornada escolar. Los niños salen de la escuela a las 15:30 y después de almorzar hacen talleres para fortalecer los distintos ramos o talleres deportivos y extraprogramáticos.

"Ahí aplican sus conocimientos. Hay una metodología más interactiva entre el profesor y los estudiantes, además de más autonomía de los alumnos", explica la directora.

Los niños de la Escuela San Francisco de Asís lo lograron. Sacaron los mejores puntajes en el Simce del año pasado, se ganaron un paseo a la playa y una celebración en el estadio municipal. En unos años más, la mayoría entrará a alguno de los liceos de Colina.

"Hay que estudiar para que podamos ser alguien en la vida y tener una profesión", concluye Matías con convicción. Y Braulio agrega sonriendo: "Uno se pone metas. Por ejemplo, en el Simce me propuse superar y lo superé".

Escuela Básica Manuel Rodríguez: La última oportunidad

En el patio principal de la Escuela Básica Manuel Rodríguez no hay arcos ni líneas de gol. Tampoco hay pelota. Los niños del tercero básico corren detrás de una botella plástica de Coca-Cola y la chutean sin puntería. Llegar hasta Erick, el chico que las hace de arquero, es una tarea titánica.

Los niños apenas pueden darle dos golpes seguidos a la botella y aún para Maradona sería difícil esquivar a las niñas que pasan corriendo entre ellos sin darse cuenta que invaden las baldosas que sugieren una cancha de fútbol.

El juego de ellas se llama quita-parejas. "Una tiene que tratar de quitarle la pareja a la otra", explica María Luisa, una dulce niña de cuarto básico que se echa a la boca su kojac, toma de la mano a Yanina y disimula el juego. "Y ella tiene que quitarle la pareja, ¿ve?".

María Luisa se saca el kojac para seguir hablando, Jesús pasa corriendo por su espalda y se lo roba. Le da unas lengüeteadas y lo devuelve. María Luisa no se conmueve y sigue su exposición.

Los chicos a su alrededor sólo la escuchan. "Si me gusta el colegio? Sí... no me aburro", dice. "¿Si me gusta la comida? No". "Es rica", la desafía Camilo. Hasta ese momento, Camilo, un niño de segundo básico de grandes ojos azules y una sonrisa inalterable, solo se había dedicado a tomar Coca-Cola. Su botella sería más tarde una nueva pelota para los niños de tercero.

Finalmente los niños acordaron que las lentejas de ese día estaban ricas y que la manzana de postre era mejor que el pan que a veces les toca al terminar el almuerzo. "Nos dan pan para llenar la barriga", explica María Luisa. "Es que cuando vienen muchos niños en la mañana, no alcanza postre en la tarde. Hoy no vivieron muchos, así que nos pudimos repetir las lentejas".

María Luisa es líder. Habla, mueve las manos y el resto la sigue con la mirada. "¿Profesora? No, yo quiero ser vendedora de un negocio de dulces", corrige la errada percepción: el dato era el kojac. Los demás la siguen. Belén, una pecosa de ojos azules de primero básico, quiere ser doctora de perritos, como el comercial que vio en la tele. Yanina quiere se carabinera. Y Camilo quiere vender zapatillas Adidas en el mall porque así, dice, va a ganar plata.

La conversación termina cuando asoman en el patio seis estudiantes de la Universidad Federico Santa María que una vez por semana realizan el taller "Seamos personas bacanes", un programa de Belén UC.

"Para ser bacanes ellos son violentos porque así es su mundo. Tenemos que cambiar eso para que sean líderes positivos y que se respeten", cuenta Macarena Molina. "¿Por qué en este colegio? Porque acá llegan los niños que nadie toma en cuenta".

La situación de los niños es "brígida", define Macarena. Brígida como la historia de Hugo, un niño que lloraba desconsoladamente cuando su papá volvió a la cárcel porque lo conoció a sus 9 años. "Él decía que sabía que su papá era malo, pero no le importaba No alcanzó a estar con él una semana".

Brígida como la pandilla del mismo Hugo: sus papás son narcotraficantes y su único modelo. Brígida como la "anécdota" de Polak: vio cómo sus papás intentaron suicidarse y llegó a contárselo a los "tíos" como quien cuenta un capítulo de "Los Simpson".

Macarena cuenta que estos niños saben mucho más de lo conveniente acerca de la vida, la delincuencia o la droga. Lo que no saben es lo que tienen que aprender. "Hay niños de cuarto básico que no saben leer. Tampoco saben cuestiones mínimas de higiene", dice la universitaria.

"Es que uno refuerza muchas cosas acá y en la casa se pierden de un plumazo", cuenta María Núñez, profesora que en la mañana tiene alumnos de quinto a octavo básico y en la tarde, de segundo básico. La mujer cuenta que los niños llevan una mochila demasiado pesada con las dificultades en el aprendizaje y el riesgo social. "Tenemos mamás con ocho meses de embarazo que consumen droga. Imagínese cómo llegan estos niños".

Estos niños llegan porque no pasaron las pruebas de selección de otras escuelas, porque fueron expulsados o porque sus papeles judiciales dicen que agredieron a algún profesor. "Nosotros hablamos con los chicos y les decimos que esta es su ultima oportunidad. Si no se enrielan aquí, el paso siguiente es la calle".

SQP

Carlos Mora Ojeda es profesor de la Universidad Técnica del Estado, de profesión, y sostenedor y director de la escuela, en la práctica. De números sabe lo suficiente para asegurar que si fuera una empresa, estaría en quiebra. Dice que está encalillado en varios millones y que los papás no pagan ni una chaucha. "Y si les cobráramos, tampoco pagarían".

La lista de problemas de la escuela es más larga que la de útiles escolares. No hay Jornada Escolar Completa no puede asegurar larga vida del colegio como exige la ley. Hay siete computadores que funcionan a medias y sin internet. Algunos profesores llegan tarde, corriendo o sin almorzar porque vienen de hacer clases en otras escuelas para llegar a fin de mes.

"¿Reforzamiento a los niños? El Estado nos daba plata para eso, pero ya no. Postulamos tarde el año pasado". Ni hablar de un sicopedagogo o asistente social. "No tenemos nada de eso. Las mamitas, porque los papás no existen, tienen que llevarlos al consultorio por su cuenta".

Los resultados del Simce no sorprendieron a Mora. "Con los elementos que tenemos, alumnos y apoderados, tendría que vivir en otro planeta para sorprenderme", dice. Los números del test son una anécdota; la escuela "aprueba" si logra romper el círculo de pobreza, droga y delincuencia, dice él. "Nosotros nos felicitamos con tener asistencia a clases. Llevamos 40 años en esta población y hemos salvado a algunos chiquillos. Tenemos ex alumnos que comercializan droga o están presos. Ojalá podamos salvar a más".

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